Letras Corsarias, Librería
- Rector Lucena, 1-9, 37002, Ciudad: Salamanca, Provincia: Salamanca
- Lunes a Viernes. 10:00 - 14:00 / 17:00 - 20:30. Sábados 10:00 - 14:00 / 18:00 - 20:30
- 923216704 Ver página web
- letrascorsarias@gmail.com
Libros destacados
Lo más vendido en la tienda
Reseñas top
Ver todasEl Estilo de los Elementos
Fe, Esperanza y Carnicería.
Le tenemos mucho que agradecer a un tipo llamado Seán O’Hagan, periodista y crítico musical y artístico. Le tenemos que agradecer que haya pasado más de cuarenta horas conversando con Nick Cave, que haya hecho preguntas inteligentes, que haya repreguntado lo necesario, que en vez de buscar titulares monumentales haya provocado párrafos paisajísticos autorreflexivos sobre la vida y la obra de músico australiano.
Le agradecemos, sobre todo, que de alguna manera nos ha reconciliado con esa persona llamada Nick Cave que tanto nos sigue haciendo disfrutar con su música.
El libro-entrevista se llama ‘Fe, esperanza y carnicería’ y tú dirás: yo no soy fan de Nick. Bueno, posiblemente sea el primer libro de o sobre Nick Cave que puedes disfrutar sin ser un seguidor de su música. Sus novelas las leímos como quien va a misa y dice No vuelvo, pero vuelve. Lo de la bolsa de mareo, aquel poemario raro, estaba mejor. ‘Más extraño que la bondad’ era para fans absolutos. Este no, este puede ser para ti. Si amas la música, claro.
Le pregunta Seán si se siente más vivo, más esencialmente él, cuando actúa en directo. Responde: “Bueno, estamos allí por un objetivo común, y no solo la banda, también el público. Hay algo que une y eleva el alma colectiva. Y está la disolución del yo, el verse incorporado a algo que nos trasciende”.
¿Cuál es el objetivo común?, le repregunta. “El asombro. Experimentar una sensación común de asombro. (…) Se trata de alcanzar un estado esencial y compartido a través de la música, a veces por un instante, otras durante un concierto entero. Todos lo hemos vivido. No es solo una liberación física, es lo que sucede cuando un artista te atrapa en el momento cumbre de su expresión. Estar asombrado, segundo a segundo, por la forma en que una canción o un fragmento musical se desarrolla, que el drama implícito te lleve al borde de las lágrimas y ser, como miembro del público, un participante esencial del drama es maravilloso".
Brindamos por eso.
El funcionario dijo. Un relato
el funcionario escribió
el protocolo y a mí
me pareció que cada palabra
se inventaba en contra de su propio
significado una camisa de
papel
para él
Durante décadas –ya antes de su exilio alemán a
finales de los ochenta desde el régimen de Ceaucescu en Rumanía– Herta Müller
ha ido acumulando cientos de miles de pequeños recortes que guarda en cajas y
cajones. Palabras impresas que funcionan como pájaros que se posan o copos de
nieve que caen suavemente.
Con esos fragmentos compone poemas que ha reunido
en libros de tan atractivos títulos como ‘En el moño mora una señora’, ‘Los
pálidos señores con las tazas de moka’ o ‘Padre habla con las moscas por teléfono’.
Y también el que ahora acaba de publicar
Tresmolins con traducción de Cecilia Dreymüller, titulado ‘El funcionario dijo.
Un relato’, el primero que desarrolla un hilo conductor a través de los
poemas-collage.
Hay pájaros y nieve, hay un campo de acogida, hay
soledad, ese lugar que no es propio ni es de nadie ni sabes cuánto tiempo vas a
pasar por él, la burocratización de la vida provisional de los que huyen. Herta
–ganadora del Nobel en 2009– armoniza esas ideas con juegos de palabras, una
música melancólica y una elegancia visual en la que todo parece dotado de un
extraño orden.
Un libro precioso de una de nuestras autoras
favoritas.
“Consejo para (amigos de) escritores: Si tienes amigos jóvenes que aspiren a ser escritores, el segundo favor más grande que puedes hacerles es regalarles The Elements of Style. El primero más grande, por supuesto, es matarlos de un disparo ahora, cuando aún son felices”. DOROTHY PARKER.
Un personaje llamado Land ha encontrado esa cita y piensa en regalársela a sus padres para que la enmarquen y la cuelguen en alguna pared de la oficina de su nueva editorial, aunque a ellos no parece hacerles mucha gracia.
The Elements of Style es uno de esos manuales de escritura –publicado en 1920 por William Strunk Jr.– donde se dan pautas muy concretas para materializar obras muy concretas, obras que nadan ordenadamente pegaditas a la corchera de la calle de la piscina de su cuadriculada urbanización en vez de aventurarse en aguas abiertas.
Ese personaje llamado Land vive en El estilo de los elementos, que es el título del nuevo libro de Rodrigo Fresán y que es también nuestro libro de la semana.
Está ese libro ahí con sus setecientas páginas, su cubierta amarilla con un lápiz azul y rojo que parece uno de esos gráficos de circuito eléctrico y tal vez lo sea: el escritor en el centro de una corriente entre lo que se lee y lo que se vive y lo que se escribe, un alternador que dirige el tráfico, un transformador que realiza operaciones significativas.
Land, el protagonista de ese libro, no quiere ser escritor, quiere ser lector. Es posible que Land ni siquiera quiera ser Rodrigo Fresán, porque en una novela de este tipo no existe el signo igual.
Para lectores como nosotros, tener este libro aquí y no hacerle caso sería parecido a ir paseando por la playa terminal de El planeta de los simios, ver allí varados los restos de la Estatua de la Libertad y decir, ah, mira, qué curioso. O descubrir el monolito de 2001 y pensar: qué acabados más buenos, buena artesanía esta.
Sería ignorar lo que tiene de señal un libro como este: un canto monumental a toda esa literatura que no se deja atrapar fácilmente, que opone resistencia a lo sencillo, a los libros que crecen y no se sabe dónde van a parar, a la lectura como acto vampírico de mordisco y alimentación.
Nosotros como libreros sabemos algunas cosas. Una de ellas es que cuando llega Navidad nos piden consejos para regalar libros a gente que no lee. Uno que se lea bien, que cuente algo interesante, sin complicaciones y que enganche, nos dicen. Es una información valiosa esa que nos dan: el tipo de literatura que puede gustar a alguien a quien no le gusta leer, el grado cero de la literatura. O el cero coma quince.
Un libro como este nos interpela, celebra una manera de concebir la creación literaria y la creación lectora, un estado febril de los libros, la concepción de la lectura como escudo, un paso más en la trayectoria única de uno de nuestros escritores favoritos y uno de nuestros lectores preferidos.