La trayectoria vital de Ángela Figuera Aymerich (1902-1984) refleja su compromiso con la historia política de su país y de su tiempo: antifranquista, escritora en un mundo dominado por hombres y defensora del papel social de la mujer. Se rebeló a su manera, cuestionando los modelos que imponía la sociedad en la que vivió. Nunca quiso definir su poesía, aunque se la etiquetó como poeta social; ni listar sus influencias (ella se remontaba al romancero). Afirmaba que en su obra se reflejaban todas sus lecturas, pasadas y presentes. Fue amiga de poetas de su generación, pero no le gustaba que la encasillaran en un grupo poético. Era una mujer comprometida con su tiempo y solidaria con la gente y, según escribió ella misma, con sus poemas pretendía “Crear belleza con la palabra […] Acompañar, consolar, denunciar, protestar, gritar, dar fe de amor a las cosas grandes y pequeñas”. Publicó Mujer de barro (1948), Soria pura (1949), El grito inútil (1952), Los días duros (1953) y Víspera de la vida (1953), Belleza cruel (1958, Premio de Poesía Nueva España) y Toco la tierra (1962). Así como los poemarios dedicados al mundo infantil Cuentos tontos para niños listos (1980) y la póstuma Canciones para todo el año (1984).
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