Heine y Chateaubriand nos describen unos meses de 1832 envueltos en el extraño halo del déjà vu.
El cólera llegó del este. En la primavera de 1831, ya se había extendido por San Petersburgo y Polonia; en agosto estaba en Berlín; en septiembre, en Viena. En febrero de 1832, la plaga asomaba por Londres; era sólo cuestión de días que la misma se declarara en París.
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